dijous, 9 de juny del 2011

Rubalcaba representa en política lo que los jóvenes españoles rechazan en las plazas

Estimados ciudadanos,  Estimadas ciudadanas

El PSOE anda de primarias tras el batacazo electoral de las municipales y autonómicas. La gran apuesta de la dirección federal del aparato es Alfredo Pérez Rubalcaba. Me viene a la memoria una anécdota que me contó Marcelino Camacho. En una de sus visitas a China le presentaron un chino de unos 80 años y le dijeron “Marcelino, aquí una joven promesa del sindicalismo chino”. Está claro, a estas alturas, que Rubalcaba no es una joven promesa de la socialdemocracia española. No es un melón sin calar.

Hace muchos años, década que está en el puente de mando, en el núcleo duro del gobierno y del PSOE. En los años difíciles del felipismo cuando el gobierno estaba acosado por los casos de corrupción, Roldán, Rubio, Filesa, etc. y el terrorismo de estado, el GAL, Rubalcaba fue encargado por el entonces presidente Felipe González de la portavocía del Gobierno. Yo le definí en su labor imposible no salvó al felipismo de la corrupción y de la guerra sucia, como Comando Rubalcaba, que se encargaba de ir a las redacciones para vender lo imposible: que Felipe González no tenía nada que ver con el GAL y que de la corrupción no se habían enterado más que por la prensa, culpando a un grupo de periodistas y a mí como diputado, de una conspiración para derrocar a aquel gobierno. Participó, por lo tanto, de aquella época triste del felipismo en España y ha participado ahora en esto últimos años del proyecto de Rodríguez Zapatero, votando la reforma de las pensiones, la reforma laboral, la entrega de dinero público a la banca, la guerra de Libia, las privatizaciones, es decir, es un dirigente continuista, no representa un punto y aparte del zapaterismo, sino un punto y seguido.

Hemos de reconocer que se ha avanzado en la lucha contra el terrorismo, al tiempo que su balance en el Ministerio del Interior está prácticamente a cero en los siguientes campos:

 No ha movido un dedo en el espacio judicial y policial europeo y a nivel internacional en la lucha contra los paraísos fiscales. Esa caja B del capitalismo internacional que es utilizada como escondrijo del dinero negro y criminal. A pesar de la nula colaboración de los paraísos fiscales con requerimientos a través de policía judicial como se demuestra en el caso de Gibraltar, de Andorra y de otros paraísos fiscales en la Unión Europea y en el mundo; la existencia de filiales de la banca en paraísos fiscales captando dinero negro y criminal, por lo tanto delictivo; la fijación de algunos de los ricos de nuestro país y de los deportistas de éxito de sus domicilios fiscales en los paraísos para no contribuir a la hacienda pública española; la corrupción en algunos municipios y algunas formaciones políticas con cuentas en paraísos fiscales; tampoco se impulsa la Comisión de Prevención y de lucha contra el blanqueo de capitales que depende del Banco de España, que trabaja a ritmo de tortuga, ha abiertos 12 expedientes en Marbella y la costa del Sol y ha cerrado solo 2, según respuesta a nuestro grupo parlamentario.

Todo este campo, después de varios años en el Gobierno de Alfredo Pérez Rubalcaba, no solo como ministro sino como Vicepresidente, está virgen.

En la lucha contra la mafia y el crimen organizado se ha avanzado de forma insuficiente. Las mafias se han asentado en el litoral y en otros puntos estratégicos de nuestro país. Grandes jefes mafiosos utilizan la costa como santuario. Al capone sería hoy un alumno de una escuela-taller de mafia al lado de lo que hemos descubierto en la Costa del Sol con despachos que han tejido una autentica ingeniería financiera, una maya de sociedades y testaferros que les ha proporcionado grandes beneficios. Hay que tener en cuenta que el 74% de la inversión extranjera en el urbanismo criminal en Marbella y en la Costa del Sol en los últimos años procedía de tres paraísos fiscales: Gibraltar, Luxemburgo y la Antillas holandesas. Las mafias utilizan 80 lenguas y dialectos distintos y la administración mantiene en la Costa del Sol y en Málaga siete intérpretes en lenguas oficiales: inglés, francés, árabe e italiano. Es decir, la mafia va en Ferrari y la administración pública en patineta. El seños Rubalcaba parece que ha decidido empatar en la lucha contra la mafia que es un cáncer que, aunque se ha extendido mucho, se puede extirpar de la vida español, pero hay que tener voluntad política y habilitar los recursos a nivel de España y a nivel europeo para derrotar a la mafia.

Lo que demandan los jóvenes del 15M y los resultados catastróficos para el PSOE de las últimas elecciones es un debate profundo sobre el papel de la izquierda, sobre su programa, sobre la defensa de una democracia radical y de un modelo alternativo al neoliberal. Rubalcaba representa hoy en política todo lo que los jóvenes rechazan en las plazas públicas de nuestro país. Representa el trapicheo, la profesionalidad, la mentira oficial y el uso del aparato del estado para amparar la opacidad de la monarquía y establecer privilegios entre los que detentan las altas instituciones del país. Luego, desgraciadamente, nada nuevo bajo el sol de la vida política española. Vuelve el mago de las palabras, si alguna vez se fue. La situación de crisis profunda no se resuelve haciendo magia con las palabras ni uniéndolas en un castellano pedagógico e irónico. Se resuelve con otra política y de eso Rubalcaba no representa nada. 

Otra ocasión perdida para una profunda renovación en ideas y alternativas de la socialdemocracia española.

Antonio Romero Ruiz

Ex parlamentario de IU. Presidente de honor del PCA. Coordinador de la red de municipios por la Tercera República.

Font - La República.

dimarts, 7 de juny del 2011

Que vengan a la agrupación y hablamos

Antoni Gutiérrez Rubí “Que vengan a la agrupación y hablamos, ¡claro que sí!” Con esta afirmación, cargada de simplismo y paternalismo, algunos importantes dirigentes socialistas han respondido a sus bases, cuando éstas les han interpelado en relación al movimiento del 15M y la necesidad de articular una respuesta desde el partido.  07-06-2011 -
Otras reacciones se han centrado en reivindicar la política formal como el auténtico y genuino compromiso. Y en reprochar a los “indignados” un exceso de emotividad o idealismo y contraponer el esfuerzo militante, la práctica orgánica y los rituales de partido como el buen compromiso, el de verdad. Una mezcla de arrogancia y desprecio hacia lo que no comprenden empieza a cuajar. La incapacidad de establecer prioridades o propuestas, en clave tradicional, o la ambición y pretensión de muchas de éstas, es utilizada también como la prueba irrefutable de lo liviano, epidérmico, naif o “pequeño burgués” del movimiento. “No van a ninguna parte”, se oye primero entre murmuros, luego en voz alta.
La tentación de responder con recelo hacia los indignados, después de tan severo cuestionamiento público, mediático (y electoral) por parte de la ciudadanía, sería la peor de las reacciones. Hay quien todavía pretende comprender las acampadas en base al número de acampados. Craso error.
Algunos expertos  como Seteven Johnson señalan que estos movimientos que encuentran su ecosistema natural en las redes sociales, tienen mucha capacidad de convocatoria, consiguen concentrar a mucha gente, crear mucha energía, etc. pero, carecen de herramientas para dirigir a las personas de abajo hacia arriba, para conseguir un objetivo final concreto…
Por eso, las viejas ecuaciones y las preguntas tradicionales ya no sirven: ¿quiénes son?, ¿cuántos?, ¿a quiénes representan?, ¿quiénes son sus líderes?, ¿qué quieren?… El 15M será relevante porque cambia las percepciones y el clima de la política entre los progresistas, sea cual sea el número de manifestantes, la solidez de sus propuestas, la evolución organizativa o la interlocución o liderazgo de las asambleas. “Cuando el sabio señala la Luna, solo un necio mira el dedo”, dice el proverbio sabio.
Estos movimientos representan lo que no se ve. Un estado de ánimo de insatisfacción, de desconfianza, y de decepción hacia la política formal, en todos los sectores sociales, pero, en particular, entre los más vulnerables y los votantes progresistas. Según se desprende de los datos ofrecidos por los sondeos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), para cerca del 75% de los ciudadanos de a pie la actividad política es una actividad corrupta. Y la política, como tal, se señala como el segundo problema que más preocupa a los españoles. Ya en 2007, estos mismos sondeos indicaban la opinión mayoritaria (60%) de que las personas como ellos no tenían “ninguna influencia” en la labor del Gobierno y que un ciudadano medio no influye en el desarrollo de la vida política.
La pérdida de poder alternativo y/o directivo por parte de la política frente al poder económico y el deslizamiento de su práctica democrática y participativa hacia formatos más ritualizados y vacíos de energía cívica han provocado una profunda decepción. La crisis, y sus dramáticas consecuencias sociales y personales, han convertido la desazón en indignación. Los ciudadanos más críticos no van a responder a la llamada del compromiso político por parte de aquellos que sienten que han sido incapaces -por omisión o dejación de funciones- de hacer la política necesaria, para resignarse con la política posible.
Los indignados no son, solo, los acampados. Son los votantes que se han perdido. Los que han vuelto a votar sin entusiasmo, los que han cambiado por despecho o buscando –de buena fe- otras oportunidades y relevos, los que han votado a partidos minoritarios, en blanco o nulo. Y también muchos de los que se han quedado, otra vez, en sus casas.
No les pidamos compromisos. Lo que quieren es el compromiso de la política formal de que ha escuchado –intuido- lo que todavía no comprende. La izquierda sin indignados no existe. Sin rebelión interior, emocional o colectiva no hay revoluciones. Tampoco reformas, no nos confundamos. El estado de ánimo que no se resigna a que la política solo sea el arte de lo posible, sino que reclama que la política sea la necesaria (aunque sea difícil, “imposible”…), es la energía vital más potente que tenemos para un proyecto reformador y renovador.
Sin indignados no hay política transformadora. Los resignados ya saben lo que hay que hacer.  Justo lo que algunos quieren: que la política solo sirva para la asignación democrática de la representación, no para cambiar el curso de la historia.